Como en la mayoría de las ciudades, grandes avenidas y enormes monumentos definen Madrid, pero su paisaje también está compuesto por "lo más pequeño"; puertas, ventanas, buzones, adoquines o charcos que la editora Belén Bermejo reúne en su "Microgeografía de Madrid": fotografías para mirar lo que no se ve.
La editora de Espasa se viste de fotógrafa y escritora para enseñar el Madrid que hay "a la vuelta de la esquina" y al que dan la espalda las guías oficiales.
Salpica su relato fotográfico con pequeños textos para trazar un "mapa del abandono" que podría ser común a otras urbes porque en todas las "ciudades hay zonas abandonadas" y zonas "importantes" que quedan "despojadas de su uso habitual", como cuenta en una entrevista con la Agencia Efe.
Con el "ojo entrenado" gracias a su labor editorial y armada de curiosidad ha escogido algunas instantáneas de las muchas que tiene fruto de sus paseos capitalinos para mostrar con cosas "pequeñas, rotas, abandonadas", lo que habitualmente no se suele ver que es, explica, lo que le gusta.
"Especialmente" puertas y ventanas: "Me parece que dicen mucho de lo que hay, tanto de fuera como de dentro", subraya y las reúne de colores, desconchadas, nuevas, decoradas o con el reflejo del cielo de Madrid, que para esta "gata" -nacida en la capital y criada en Aranda del Duero- es el "mar" de la ciudad.
También tiene fijación con los buzones. "Espero que no estén condenados a desaparecer, la poética de las cartas y del buzón (...) muchas veces caen en desuso, hay muchísimos en las casas de Madrid, es algo de lo que no te das cuenta", relata.
En sus "Microgeografías" destaca las "hechuras de pueblo" de Madrid porque para Bermejo "villa y corte son en realidad un gran pueblo" y es que por cada zona hay "pequeños pueblos" y encuentros "con un montón de gente". "Hay -añade- mucha vida de calle, la gente sale mucho y es una ciudad acogedora con todo aquel que viene".
"Muy urbanita", esta editora de narrativa y poesía se declara enamorada incluso de los olores de la gran ciudad "no los malos" y dice que le "encanta" el del Metro, "una mezcla de gasóleo muy potente" aunque cuando la capital tiene un "olor muy particular" es "temprano" al abrir "los balcones".
"No hay ciudad en el mundo que huela como Madrid, no sé qué es, una mezcla de contaminación, churros, prisas y gente buyendo", evoca la madrileña, que muestra su orgullo por haber aprendido la forma de colarse en los sitios.
Preguntada sobre si perspectiva feminista ha influido en el modo de ver y contar la ciudad, señala que puede haber relaciones entre su feminismo y sus fotografías porque "no es lo mismo dedicarse a fotografiar monumentos y lugares turísticos" que inmortalizar "las cicatrices, las heridas y los golpes de la ciudad en lugares más o menos posibles".
Esta filóloga hispánica, que también cuenta curiosidades como la numeración de las farolas -todas tienen una cifra y están inventariadas- ha expuesto algunas de sus fotografías en Segovia y espera hacer lo mismo en Madrid.
Donará los beneficios que recaude con "Microgeografías de Madrid", que edita Plan B, de Penguin Random House, al área de Oncología de La Princesa, 'su' hospital donde ha recibido tratamiento oncológico y que, como el resto de rincones de Madrid, aparece retratado en este libro.
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