Conseguir que ningún pueblo, por aislado que esté, se quede sin luz. Ese es el objetivo de los militares que trabajan 24 horas en Aragón abriendo kilómetros de carreteras anegadas por la nieve con una carga muy valiosa: el técnico de la eléctrica que, armado con sus herramientas, consigue hacer funcionar las estaciones que alumbran esas localidades.
Desde la comarca aragonesa de Daroca lo explica a Efe por teléfono el comandante Luis Martínez, de la Unidad Militar de Emergencias (UME), desplegada desde ayer tanto en Aragón como en Castellón para intentar que las cosas vuelvan a la normalidad tras el paso de la borrasca Gloria.
En estos momentos, indica, son 174 en diferentes puntos de Teruel y Zaragoza, donde están centrados en arreglar las subestaciones eléctricas que están fallando por la nieve (se acumula un metro en algunas zonas) y el frío.
Acuden a esos puntos, día y noche, entre seis y doce militares en un convoy. La quitanieves primero para apartar la nieve más "fácil", un camión después cargado con un vehículo de cadenas para los últimos tramos más difíciles y dos vehículos ligeros al final con el grueso de los soldados.
Los puntos más complicados, afirma Martínez, son los últimos 300 o 500 metros antes de llegar a las subestaciones. Es ahí donde la nieve alcanza más altura y tienen que descargar los vehículos de cadenas que solo pueden caminar sobre ella. A veces, los soldados bajan con palas para abrirles camino incluso a ellos.
Pero la persona clave de esas caravanas es el que menos preparado está para despejar el hielo: el técnico de la eléctrica capaz de arreglar la subestación para que centenares de personas aisladas de los pueblos de alrededor (Manchones, Used, Balconchán, Santed, Las Cuerlas, Tornos y Bello) puedan alumbrarse y mantener sus casas funcionando.
"A veces el operario lo arregla en 15 o 20 minutos y a veces tarda una hora", explica el comandante mientras se dirige a uno de los puntos donde están trabajando.
Los soldados se organizan por turnos para no parar en todas las horas del día. Duermen en polideportivos como los de Daroca y Alcañiz, que ceden los ayuntamientos, donde echan sus sacos en el suelo e intentan descansar todo lo posible.
El turno de noche, lamenta Martínez, no ha podido meterse en el saco hasta las tres de la tarde y a las diez y media de la noche ya tienen que estar listos para salir a alguna misión. Pero están concienciados: "Para eso estamos, es una operación de emergencia y asumimos que las horas de descanso son las justas".
El comandante celebra que por ahora los de la UME no han tenido ningún incidente en las carreteras. Cuando consigan restablecer todo el fluido eléctrico, cree que los soldados pasarán a ayudar en abrir los accesos a los pueblos, aunque sus habitantes, destaca, están acostumbrados a vivir aislados unos días al año.
El lunes, recuerda, incluso salían en bañador a celebrar la nieve, pero este martes por la tarde "vieron que iba para largo y circulan lo justo y necesario".
Ahora se quedan en casa mientras los de la UME y el resto de los activados en esta emergencia trabajan para que tengan comida caliente en la mesa, la misma que consiguen echarse a la boca los militares cuando se apoyan en algún restaurante de las localidades donde duermen.
Si no, comen lo que traen desde la base porque su objetivo es ser siempre autosuficientes. Nunca saben dónde van a tener que dormir luego o en qué sitio puede quedarse incomunicados.
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