Nacen pocos, mueren en cambio demasiados y la radiografía muestra cada vez más a unos muy escasos habitantes desperdigados en varios de los núcleos que dan forma a la complicada orografía gallega. Es la Galicia vaciada, que reacciona a este fenómeno con "reclamos" ideados en su conjunto para tratar de contener el movimiento de ciudadanos de aldeas a ciudades.
El despoblamiento de los núcleos habitados de las 3.771 parroquias gallegas es, por ahora, una realidad que avanza sin freno; no en vano, ya hay cerca de 575 que tienen diez o menos habitantes en la Comunidad.
"Ahora ya no queda nadie, la gente joven se marchó y la otra murió", resume Ana, vecina de A Espasa, en Chandrexa de Queixa, uno de los lugares amenazados por el cierre. Este pueblo es un claro ejemplo de la sangría demográfica. Quedan pocos vecinos, pese a que llegó a tener en los años 50 a cientos de habitantes e incluso una escuela a la que acudían aproximadamente setenta niños, en la actualidad desaparecida.
Desde la galería de su casa, este matrimonio, el formado por Jesús y Ana, de 89 y 77 años respectivamente, coincide en la lenta agonía del rural, que se ve últimamente agudizada a juicio de ambos.
"Teníamos una orquesta e íbamos a tocar a otras localidades", rememora Jesús. La pareja es un ejemplo de supervivencia y también de salud. "Por ahora no tengo coronavirus", bromea Ana.
La estampa actual del rural viene marcada por el cierre de bancos y colegios, que han sido reconvertidos en velatorios o residencias de mayores, como ocurre en el Rabal, donde la Xunta cambió el uso de la antigua escuela por un velatorio, y en Lobeira, ya una residencia.
"Niños quedan muy pocos. Ahora mismo debe haber cinco o seis", resume Francisco Rodríguez, alcalde de Chandrexa de Queixa, municipio que en los últimos veinticinco años ha perdido más de la mitad de su población.
"Esto se acabó, vendrán un jabalí o los lobos a comernos", comenta a Efe resignado Carlos, un vecino de Poboeiros, en Castro Caldelas. La mayoría de los residentes allí coinciden en que los pueblos "van a menos".
Mientras, diferentes localidades tratan de revertir la galopante despoblación con iniciativas de todo tipo, algunas bien curiosas.
En Gomesende, por ejemplo, estos días se podía ver una oferta de una casa por 50 euros a cambio de "trabajarla" y en Lugo sigue a la venta una aldea con seis casas, dos hórreos un pajar y una bodega. Todo ello, con el ánimo de revitalizar.
Además, Cualedro (Ourense) ha sacado una oferta de vivienda social por 50 euros, que da prioridad a las familias que escolaricen a sus hijos en el colegio; y ayuntamientos como el de Trabada (Lugo) ofrecían viviendas gratis para salvar un centro educativo.
Para la alcaldesa de Castro Caldelas, Sara Inés Vega, una de las claves pasa por "dar facilidades" a aquellos que apuesten por sectores estratégicos como el "vitivinícola, ganado, vacuno", enumera, y, asimismo, por buenos servicios.
Por el momento, ya hay algún caso de éxito. El madrileño Jorge Rincón, que creó la cooperativa "Como Cabras", produce 15.000 quesos al año en Castro Caldelas.
Además, la plataforma de la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (Coceder), a través de "Volveralpueblo", ya ha recibido a las primeras familias interesadas en asentarse en el rural.
Y en Meire, a unos kilómetros de Allariz, están funcionando tres proyectos de vacuno y de producción ecológica y apicultura.
Cristian Pérez, de 21 años, es un ejemplo de los pocos muchachos que han decidido apostar por el rural y en conjunto con su padre lleva una granja de porcino, aparte de una explotación de vacuno que tiene 189 cabezas.
Pese a todo, reconoce que no son muchos los que, como sí hizo él, optan por esta alternativa, posiblemente "porque no le ven futuro" y es laboriosa. "Aquí hay que trabajar los 365 días del año", cuenta.
El suyo es uno de los pequeños brotes verdes.
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