18-06-2020 / 11:12 h EFE

El galgo nace y corre, a veces lo suficientemente rápido para seguir a la liebre y a veces no. Es entonces cuando se convierte en un daño colateral para su criador y es abandonado, en la cara más oscura de la caza, que deja en esta situación a entre 50.000 y 60.000 galgos cada año en España.

La asociación Galgos del Sur es una de las principales protectoras de galgos y podencos en Andalucía, asentados en Córdoba, donde apenas son diez las personas que gestionan este refugio por el que el año pasado pasaron 350 galgos abandonados provenientes de la caza.

“Un galguero cría diez galgos y se queda con dos”, informa a Efe Javier Luna, cofundador de Galgos del Sur, desde donde lleva trabajando quince años contra la violencia que sufre esta raza.

Los galgos son asesinados con balazos o ahorcados, abandonados en carreteras o tirados a pozos y vagando con patas rotas o atropellados morirían si no fuesen recogidos y llevados a protectoras, desde donde solo ponen un parche sobre el problema de base: “la caza es un mundo aparte que no se quiere tocar”.

“Para proteger a los galgos necesitamos que se cumpla la normativa que ya existe, no una nueva ley”, reclama Luna, y explica que en cuanto a la caza se refiere “se hace la vista gorda”.

“Pueden morir de sobreesfuerzo mientras corren”, cuenta Luna, y es que el galgo es, por naturaleza, tranquilo.

Además, las Federaciones de Caza de toda España presionan continuamente a las comunidades autónomas “para que durante el desempeño de la caza aquellas presuntas infracciones por maltrato animal no sean consideradas como tal”, y buscan una regulación para las razas de caza diferente a la del resto de perros.

“Quieren que los perros de caza estén regulados de una forma especial, así, si un galgo muere durante una cacería, tendrían total impunidad”, un maltrato en la mayoría de los casos que se castiga con multas.

La salvación de los galgos está más allá de nuestras fronteras, y es que el 85 % de los galgos de la asociación son adoptados por familias de Holanda, Suiza y Alemania. “En España se está empezando a descubrir al galgo”, según Javier Luna, quien cuenta que aún falta mucha concienciación para superar el mito de que es un perro de caza que no puede vivir en una casa.

Durante el confinamiento las adopciones se quedaron paralizadas porque las visitas de pre-adopción no estaban contempladas “no vamos a entregar el perro a cualquiera” y en el caso de sus socios colaboradores en países europeos también se suspendieron las visitas.

“Las recogidas de galgos sí han continuado” y es que se han esquivado los controles para abandonar. En Galgos del Sur han conseguido recoger 42 animales durante el estado de alarma, aún así, esperan un repunte de abandonos estos meses, ya que “han esperado al fin de la cuarentena para deshacerse de los galgos tras la temporada de caza que acabó en marzo”.

Las asociaciones de galgos chocan frente a frente con la caza porque “desde la Federación Nacional no admiten que los galgueros sean el problema de los abandonos”, según Luna, quien ha puntualizado que de las decenas de miles abandonados la mayoría acaban sacrificados en perreras públicas, asesinados por los propios galgueros, atropellados o muertos de inanición en las calles y “solo un 15 % son recogidos por protectoras de animales para darlos en adopción”.

En Galgos del Sur viven de media de 80 a 100 galgos que se mantienen gracias a donativos privados, cuenta Luna, que recuerda que en caso de adoptar a uno de ellos ya tendría puestas la vacunas, el chip y estaría esterilizado.

 
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