La piedra tallada y los espacios que define y ordena la luz que penetra a través de ventanales, vidrieras y tragaluces son elementos esenciales y comunes en las catedrales que desafían el tiempo desde siglos atrás, entre ellas la de Huesca, donde el arte de los maestros canteros aún pervive casi oculto.
Y entre ellos se encuentra el cantero tallista jaqués Carlos Goñi, cuyo arte resume una larga tradición familiar cuyos orígenes saltan las barreras de los siglos para otorgarle una sabiduría en el ejercicio de su arte que sólo se obtiene con el transcurso de generaciones.
Este artesano se encuentra inmerso desde hace semanas en el tallado a mano de la 'laude' (lápida) que se ubicará sobre la tumba del obispo emérito Damián Iguacen, fallecido recientemente a los 104 años, edad que le había convertido en el prelado más longevo de la Iglesia.
Con esmerado cuidado y con golpes apenas perceptibles de su maza sobre un pequeño cincel, Goñi dibuja, sin tener en cuenta el transcurrir de las horas, la escritura del nombre del obispo, y hace brotar de la piedra su escudo episcopal.
En declaraciones a Efe, este artesano reconoce que sólo en catedrales como en la de Huesca se conserva la tradición del tallado y grabado a mano de la piedra, una labor que en la actualidad se suele llevar a cabo con modernas tecnologías de chorro de arena o de pantógrafo.
"En la Catedral de Huesca siempre ha sido una tradición el grabar todo a mano", destaca Goñi mientras se sitúa encima de la lápida del obispo Iguacen, una piedra negra de Calatorao (Zaragoza) de más de 800 kilogramos de peso y con un grosor de 15 centímetros.
"Clic, clic" es el sonido de los cuidadosos golpes que da con su pequeña maza al cincel, consciente de que un pequeño error podría dar al traste con todo el trabajo realizado.
Según asegura, las dificultades a las que se enfrenta un 'lapidarium', nombre con el que se conocía en la Antigua Roma a los canteros, son "muy grandes" debido a la necesidad de acreditar un pulso firme y de observar las proporciones de los grabados.
"Una vez que has hecho las letras y las has puesto en su sitio hay que repasarlas bien varias veces, y hay que hacerlo sabiendo que no te puedes equivocar y que todo tiene que estar perfectamente bien", añade.
Carlos Goñi muestra en su antigua maza la denominada "marca de cantero", una firma que dejaban antiguamente los artesanos en las piedras y sillares en las que habían trabajado para acreditar su autoría ante otros profesionales.
Y aunque este maestro cantero asegura que desconoce hasta donde se remontan los antecedentes familiares en la profesión, sí que recuerda haber oído a su abuelo contarle que algunos antepasados suyos habían trabajado en catedrales españolas y francesas.
Goñi dirigió hace unos años una escuela de cantería que permitió sanear algunos espacios del entorno catedralicio que se encontraban muy deteriorados con el transcurrir de los siglos sin recibir ningún tipo de cuidado.
Confiesa que le gustaría volver a dirigir una nueva escuela para continuar con la recuperación del entorno de la Catedral de Huesca, uno de los pocos conjuntos monumentales de su tipo que se conservan en el país, donde la presión urbanística ha devorado los entornos de la mayor parte de las catedrales.
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